Prepara el ají pique y no puedo saber nunca si sus lágrimas al repique son por la cebolla junca. Sus pasteles proverbiales nos brindaron sabrosura, cual caricias maternales aliñados con ternura. Ella me enseñó a rezar con la fe del carbonero de todo peligro y azar he salido bien entero. Al colegio fui con ropa que ella en la singer nos cosía trabajaba viento en popa para evitar la carestía. ¿Qué decir de su cocina? Alimento para el alma, en la casa parlanchina solía brindarnos la calma. Me enseñó buenos modales agradecerle a la vida, aún por estos andurriales a la alegría nos convida. Atender bien la visita de su credo esto hizo parte, es sagrado quien se invita compartir es todo un arte. Mi mamá a diez hijos dio a luz, Salazar e Isaza con zeta y para llevar esta cruz tuvo que hacer mucha gambeta. De imaginación un derroche mostraba en las temporadas, trasteo llevado en un coche ¡huy¡ no es cualquier pendejada. Entre flores fue princesa pues llevaba sus perfumes, las plantas sentían fineza daban ternura en arrumes. Y también tenía su genio ponía la gente en su lugar, para charlar tenía ingenio y evitó siempre lo vulgar. Aquí a mi mamá le digo la simple palabra gracias, me supo brindar abrigo en sus brazos cual acacias. A mis hermanas y hermanos hoy déjenme que les diga, estrechémonos las manos y Dios la madre bendiga. Pensemos en los ausentes mi mamá les lleva ramos y tengamos bien presente: de ella venimos, ahí vamos. Preguntó por el más allá: - ¿Creés que se encuentre la gente? - ¿Temés encontrar a papá? - No. Si allá no hay aguardiente… Hoy compartamos el llanto con familiares y amigos, la vida sigue su canto ¡Mucho los siento conmigo! En bordados fue artista se dedicó a tejer lazos para limar las aristas y así evitar los zarpazos. Nunca se olvidó la infancia así fallara su memoria, de la poesía y su fragancia ¡ay¡ fluía cariño la noria. Pido perdón de rodillas poco escuché tus consejos, voy a enmendar la planilla pa’ llegar como tú, a viejo. Ya con esta me despido perdonen todo lo malo, mamá toda no ha partido pues somos del mismo palo. Fin
© Jorge Salazar Isaza