
Y todo empezó en la arena. Éramos solos chiquillos, lejos, hacías un castillo. Yo desde el mar cavé un canal que rodeó con agua el panal de tu piel, como un anillo. Mi presencia fue discreta. Tú muy ocupada en la torre, por el dique el agua corre y toca tus pies canela, tu sonrisa me revela la princesa que socorren. Yo me retiro unos pasos mientras terminas la tarea, el sol con la mar se aparea. Nos quedamos en silencio en tu rostro luz presencio, la obra se va con la marea. Caminamos por la playa casi por sombras envueltos al compás, tu pelo suelto, del murmullo de las olas, mi corazón tan a solas admira tu cuerpo esbelto. Y me tomas de la mano, seguimos así la marcha mientras se funde la escarcha de la soledad tan ruda tu pulso late sin dudas: eres mi linda muchacha. Llegamos al campamento donde están todos reunidos, al fuego la olla ha hervido, tu madre sirve la cena a mí me da mucha pena: se ve mi pecho encendido. Alguien rasga la guitarra, ya la canción se engalana tú vas y buscas la ruana, ella nos brinda su abrigo mi mano se une contigo y cardamos otra lana. La ronda ya se dispersa, yo te acompaño a tu tienda vamos por oscura senda nuestros pasos dan resabio y se buscan nuestros labios: tu hálito y el mío en molienda. Mi primer beso, el último del amor adolescente. Si, me marca hasta el presente. Aún siento tu miel divina, toda playa se ilumina por un castillo y un puente. Fin
© Jorge Salazar Isaza